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Roberto Perinelli ejerce su humor vitriólico con «María e Isabel», en el Teatro del Pueblo

Roberto Perinelli navega entre el absurdo y el grotesco
Roberto Perinelli navega entre el absurdo y el grotesco

Roberto Perinelli es el autor de «María e Isabel (una tragedia isabelina)», que narra en clave particular y con acentos criollos la disputa entre María Estuardo e Isabel I de Inglaterra, ambas hijas del rey Enrique VIII de Inglaterra, aunque con distintas mujeres, y las hace intervenir de un encuentro que nunca ocurrió.

Sucede en Teatro del Pueblo, dirige Guillermo Ghio y actúan Nacho Vavassori (María) y Juan Carrasco (Isabel), más Lucas Avigliano y Tomás Daumas como dos campesinos que además comentan la acción, entonan canciones, tienen sus propios pareceres y ubican a la platea sobre el transcurso de la controversia y cómo termina.

El diálogo entre personajes que nunca se vieron -incluso de distintas épocas- sirve para establecer una dialéctica de oposiciones, por lo menos desde que en 1963 el alemán Peter Weiss escribió su famosa «Marat-Sade» y tuvo repercusiones locales, como las numerosas obras de Pacho O’Donnell sobre la historia argentina: «La tentación», «El sable», «Leandro y Lisandro» y su otra versión, «La decisión» (aún en cartel). Mario Diament hizo lo propio con «Franz & Albert», «Los amantes de la Casa Azul», «Un informe sobre la banalidad del amor» y, entre otras, «El cazador y el buen nazi» (también en cartel).

Perinelli navega entre el absurdo y el grotesco y comienza con las quejas de María sobre la situación de prisionera en que la mantiene su hermanastra, quien le dio el nombre a su época en el gobierno -a caballo entre los siglos XVI y XXII-, por lo que se dice que William Shakespeare pertenece al «teatro isabelino» y no a lo que hubiera podido llamarse «teatro mariano».

Para empezar, autor y director emplean actores varones para los roles femeninos, ya que en la época citada no se permitía el acceso de las mujeres al escenario, e incluso hay una humorada sobre la morfología genital del personaje de Julieta Capuleto; y ni la entonación ni el recargado y vistoso vestuario (de Pheonia Veloz) hacen nada por disimular el género de los actores.

La queja de María tiene que ver con su reclusión en un innominado palacio de tercer orden y la mala suerte de no haber podido acceder al trono británico, ya que ella es primogénita y le lleva 17 años a quien considera la usurpadora y además tiene el apoyo de muchos que permanecieron en el catolicismo pese a los hechos político-religiosos promovidos por su padre.

Los personajes femeninos son interpretados por hombres
Los personajes femeninos son interpretados por hombres.

El encuentro entre ambas mujeres define el carácter de cada cual: María aparece indignada, resentida y vengativa aunque en desventaja, porque la anglicana Isabel es tan torpe y extravagante como ella -en la versión de Perinelli- pero ostenta el poder y lo usa a su gusto, a punto de inventar con el tiempo una conspiración que pondrá a su hermana bajo el hacha del verdugo. Aunque ambas utilicen la misma letrina a cielo abierto.

Perinelli, hombre de Teatro Abierto y miembro de la Fundación Carlos Somigliana, que sostiene la institución Teatro del Pueblo, es un autor político que a veces se disfraza de costumbrista y de constructor de farsas: algunas de sus piezas significativas al respecto son «Miembro del jurado», «Mil años de paz», «Nada más triste que un payaso muerto» y la presente.

Por eso María es una melancólica representante de un pasado que no fue, e Isabel -tras despachar a su contrincante- una pragmática figura capaz de escupir presentimientos como la Revolución industrial, que meterá a los labriegos en las fábricas de Londres y los transformará en proletarios, en una nueva y truculenta forma de explotación. Aparte, presagia el papel de Inglaterra como amo del mundo en los siglos venideros.

Además anuncia el maquinismo como una forma de prescindir de parte de la mano de obra, del mismo modo que en la actualidad se intensifica la virtualidad, el uso de robots, la eliminación de puestos intermedios en las empresas, la meritocracia y la eliminación de las relaciones de dependencia. Esta Isabel es una futuróloga pero con el diario del lunes.

El director Ghio le pone el toque justo a la cadencia de la obra, cuyos segmentos van separados por ese mini-coro formado por Avigliano y Daumas y cuenta con un espacio escénico propio muy funcional, por el que Vavassori y Carrasco arrastran sus sofocantes figuras, con ambigüedades en movimientos y voces que delatan años de profesionalismo.

Las funciones de «María e Isabel» se realizan los domingos a las 20 en Lavalle 3636.

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