Reflexiones de la vida diaria: «¡No nos pueden pasar otra vez estas cosas!»
¡No nos pueden pasar otra vez estas cosas!
Los seres humanos no necesitamos que nos pongan una piedra delante para tropezar dos veces. Somos reincidentes, de todo. Podemos tropezar con piedras, con pozos, con agua y hasta con aire.
¿Cuántas veces fuiste a hacer las compras y al regresar a tu casa, te diste cuenta de que compraste de todo, menos aquello que fuiste a comprar? Seguramente me dirás que muchas veces te pasa por no llevar una lista, pero… ¿cuántas veces hiciste la lista y te la olvidaste en tu casa? Y para qué hablar de que cuando llegás a casa y ves la lista, te das cuenta de que era más de una cosa la que te olvidaste de comprar…
Confesalo: ¿Cuántas veces pusiste a cargar el celu toda la noche, te dormiste, te levantaste, te bañaste, saliste rajando, agarraste el celu y… te diste cuenta de que el cable estaba desenchufado de la corriente? Te pasó una vez, y te juraste que no te iba a pasar más. ¡Ja! No jures en vano. Sobre todo porque vos sabés que por más que digas que no te va a volver a pasar, ¡te va a volver a pasar!
Durante la pandemia nadie ha quedado exento de lavar platos. Toda la humanidad lavó platos. Pero de todas esas veces que lavaste platos, ¿en cuántas ocasiones creíste que habías terminado, escurriste la esponja, te secaste las manos, suspiraste con la satisfacción del deber cumplido y al darte vuelta… observaste con horror que quedaron sin lavar o un plato, o una sartén, o todo un juego de cubiertos? ¿Quién fue el desgraciado de la familia que los apoyó en la mesada, fuera de tu vista? Y sobre todo, ¿quién fue el que te hizo eso, siendo que vos vivís solo?
Hablando de lavar platos. Al lavar una cuchara o una cucharita…¿no la pusiste con el lado cóncavo bajo el chorro de agua y te empapaste vos y toda tu familia? ¿Por qué nos vuelve a suceder? Uno sabe que no tiene que poner la cuchara bajo el chorro de agua porque se produce el efecto “ducha”, y sin embargo, ahí vamos, a tropezar una y otra vez con la misma cucharita. (porque no importa el tamaño del utensilio: puede ser un cucharón, una cuchara, una cucharita o una del juego de cocina de la nena. Te bañás independientemente del tamaño)
Te metiste al baño, con toda tu muda de ropa limpia, te diste una ducha y al salir… ¡No está la toalla! “¿Pero si recién estaba ahí?” “Ah, no”, te acordás, “cierto que las pusimos a lavar”… y no importa la época del año, la falta de toalla te hace sentir desprotegido, chorreante, frío… y te prometés que a partir de ahora, antes de entrar en la ducha vas a revisar que esté la toalla. Hasta que un día no vas a revisar… y ese día… ¡a chorrear todo el parqué del dormitorio! (La ducha es un lugar donde siempre puede faltar algo: jabón, shampú, incluso agua). Y lo de la toalla, por más que me lo niegues, no te creo. Seguro te pasó, incluso si vivís en un hotel.
Y un día te cansaste y dijiste: “¡No voy más al almacén de la esquina. Son unos chorros, remarcan, mala onda, no saludan! ¡No voy más! Y no vas más… hasta que un domingo llueve, y hace frío, y necesitás un par de cositas… y volvés, con la cabeza gacha, a comprar en el almacén de la esquina. Y hasta tratás de explicarle al de la caja por qué no estuviste comprando las últimas 3 semanas, le inventás que te fuiste de vacaciones, y al del almacén le importa una fábrica de pitos, y cuando salís jurás que nunca más. Hasta que vuelva a llover y hacer frío…
Hay un par de medias, que lo tenés detectado, que ya no va más. Se te resbala dentro del zapato, el elástico no ajusta, caminás y se hace un acordeón que no podés pisar. Pero cada dos por tres, en el preciso instante que ponés un pie en el bondi para ir al laburo, te das cuenta: ¡La media chota! Es más: varias veces la tiraste, pero como no avisaste que era para tirar, alguien la rescató, la lavó y así volvió a mezclarse con las otras medias. Y siempre lo hará… siempre…
Y a la hora de la comida, ¿cómo es posible que después de tantos años de comer fideos, todavía no puedas encontrar la medida justa? Un día ponés de menos, otros ponés de más, pero la cantidad justa, nunca. No importa si lo intentas con un aro para pasta, con un frasco medidor… falla siempre, una y otra vez.
Y lo mismo pasa con la sábana de abajo que ya no tiene elástico y se sale en medio de la noche, y se seguirá saliendo por la eternidad, los auriculares para escuchar el celular siempre se enredarán en alguna llave o en otra cosa, incluso si lo único que llevás en la mochila o la cartera son los auriculares, ya se la arreglarán para engancharse en el cierre, y las veces que prometiste que ibas a jugar un jueguito más en la compu y terminaste a las 5 de la mañana con los ojos rojos y la espalda rota frente a la pc, todo, absolutamente todo te vuelve a pasar. Como cuando leas esto y pienses: esto ya lo leí. Como cuando leas esto y pienses: esto ya lo leí. Como cuando leas esto y pienses: esto ya lo leí. Como cuando leas esto y pienses: esto ya lo leí. Como cuando leas esto y pienses: esto ya lo leí.