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Reflexiones de la vida diaria: «Houston, tenemos mucho más que un solo problema»

Telam SE

Houston, tenemos mucho más que un solo problema

Problemas, problemas, problemas. ¿Quién no tiene problemas? Todos tenemos problemas en este planeta. Es más: ¡Incluso el planeta tiene problemas! Contaminación, polución del aire, la capa de ozono, la deforestación, la sequía, el calentamiento y sobre todo, el mayor problema del planeta, los seres humanos.

Que no tenemos tiempo de andar resolviendo los problemas del planeta porque bastantes problemas tenemos. Ya desde chiquitos la vida es una sucesión de problemas, y ni hablar si no te llevás bien con tus hermanos el día de la sucesión.

Los bebés tienen problemas, siempre. Si no tuvieran problemas, no se la pasarían llorando. Y tenés que esperar varios años hasta que aprendés a hablar y comunicarte para expresar tus problemas: algunos hablan a los 2 años, otros a los 3 y muchos recién a los 45. (probablemente porque no sea importante lo que tengan para decir).

Los niños tienen muchos problemas: Horarios, conducta, comida, relaciones, sociabilidad y fundamentalmente, tratar de entender cómo funciona la billetera de papá y mamá.

Los adolescentes tienen problemas: les crecen cosas en el cuerpo, les pican otras, el mundo es una porquería y encima tienen que estudiar geografía de Asia y África. Y a partir de ahí, ya empiezan listas de problemas más complicados. De esos que tienen que intervenir contadores y abogados. O médicos y siquiatras. O policías y forenses.

Pero el problema mayor que enfrentan los adolescentes son, justamente, los mayores. Que tienen muchos problemas: los mayores tenemos acumulados los problemas irresueltos de cuando éramos niños, adolescentes, jóvenes, adultos y de cuando pedimos un crédito que ahora no podemos garpar.

Porque la vida es como una clase de matemáticas compuesta solo de malos alumnos: los problemas no se terminan de solucionar nunca ni los soluciona nadie. Pero se suman o se multiplican. Y de los problemas no te salva ni Pitágoras.

Porque la vida aporta más problemas que soluciones. Hay como un desbalance que no hay feng shui que lo arregle, porque por más que pongas la cama mirando al sudoeste en una habitación aromatizada con cañas de bambú, si te gotea el caño del piso de arriba un domingo a la tarde, andá a conseguir un plomero, o un balde lo suficientemente grande como para pasar la noche sin tener que levantarte a cambiarlo.

Y hay como dos grandes tipos de actitudes frente a los problemas: enfrentarlos o dejarlos que crezcan hasta que sean insolucionables y ya no sea culpa tuya.

Los problemas empiezan un día, y son como la gripe: tardan un par de días en irse. A veces, si no hay acuerdo mutuo sobre quién se queda con la casa, el auto y los pibles, pueden tardar meses, o años.

Pero, ¿cómo sería la vida si no hubiese problemas? ¿No sería muy aburrida? Imaginate un noticiero en un mundo sin problemas: “Noticias Télam. Está todo bien. Hasta mañana”.

Es inimaginable un mundo así. Por eso, tratemos de imaginar por un instante un mundo sin problemas. Si así fuese, el gobierno sería siempre el mismo, aunque si no hay problemas… ¿para qué querés un gobierno? Bueno: alguien tiene que generar los problemas.

Y encima están tu familia y tus amigos que, como si no fuera suficiente con tus problemas, te traen SUS problemas, entonces vos tratás de minimizar el problema del otro para sacártelo de encima con frases tipo: “No es nada, Cacho. ¡Hasta Fangio se hizo pelota con el auto!” “Despreocupate. Es muy raro que vayas preso por haber atropellado a alguien y hayas salido  huyendo”.

“Tranqui, man… con esa compañía de seguros no vas a tener ningún problema”, y mil mentiras más, porque ya bastante problema nos da solucionar nuestros problemas como para andar lidiando con los de otros. A menos que seas abogado, médico o guardaespaldas, en cuyo caso vivís de eso. 

Lo bueno: hay problemas que se pueden solucionar. Se solucionan poniéndole el cuerpo, asumiendo las responsabilidades y teniendo  a mano la respuesta correcta a la pregunta: “Y esto, ¿cómo lo podemos arreglar?”.

Los problemas tienen tamaño: está el problemita, que en algún momento se resuelve; después viene el problema, que puede o no resolverse y por último el bolonki, el rey de los problemas, que, incluso si lo lográs resolver, te va a perseguir toda la vida con su trauma.

Lo importante: poner prioridades. Hay problemas más urgentes que otros, dependiendo, en muchos casos, de la distancia que te separe de un baño.

La clave: encontrar el origen del problema. Porque si sabe cómo empezó, tenés más chances de resolverlo. ¿Qué hiciste vos para encontrarte hoy con el problema? ¿Qué te llevó a esta situación problemática? ¿A quién votaste?

En fin. Este texto se ha terminado, por lo que, en cuanto a mi respecta, es un problema menos.

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