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«El suplente», del argentino Diego Lerman, entró en la Competencia

Hay algo del da a da de la docencia del lugar de profesores y los alumnos que me interesaba mucho Foto Prensa
“Hay algo del día a día de la docencia, del lugar de profesores y los alumnos, que me interesaba mucho” / Foto: Prensa.

Con la educación como la herramienta imprescindible para superar contextos difíciles y en ese camino el compromiso de la docencia con sus alumnos que excede largamente el trabajo específico de enseñar una materia, Diego Lerman entró este sábado a la Competencia Oficial del Festival de San Sebastián con “El suplente”.

“Hay algo del día a día de la docencia, del lugar de profesores y los alumnos, que me interesaba mucho”, cuenta Lerman a Télam en un bar cercano al bello Teatro María Eugenia, a la vera del rio Urumea en su desembocadura del Mar Cantábrico, en donde fue la primera proyección de “El suplente” para los periodistas acreditados de todo el mundo y el público que consiguió las codiciadas entradas.

La sexta película del director porteño, protagonizada por Juan Minujín, junto a Alfredo Castro, Renata Lerman, Bárbara Lennie y Rita Cortese, trabaja sobre los contrastes entre la clase media a la que pertenece Lucio (Minujin), docente universitario y poeta, que regresa a su barrio en el Conurbano en donde su padre maneja un comedor comunitario (Alfredo Castro) como profesor de literatura en una escuela secundaria cruzada por las necesidades, la cercanía con la marginalidad y el narcotráfico.

Con una hija a punto de entrar a la adolescencia (Renata, hija del realizador) y la ambición de que ingrese a un colegio de elite, las certezas del protagonista sobre la educación empiezan a ponerse en duda cuando se involucra con sus alumnos, sobre todo uno que es perseguido por un grupo narco.

“Visité un montón de escuelas, sobre todo las del Conurbano, en donde se ve esa línea delgada entre educación y marginalidad y el rol de la escuela secundaria”, recuerda el director que en algunos casos, “el dilema es entregar contenidos o en algunos casos, atender urgencias muy elementales que traen los alumnos”.

– ¿Qué te motivó a abordar la relación entre los docentes y los alumnos en una escuela del Conurbano atravesada por un contexto social difícil?
– Hay algo del día a día de la docencia, del lugar de profesores y los alumnos, que me interesaba y además, hace unos años Juan Vera me propuso trabajar en la temática docente. Juan ya tenía una investigación, yo sumé otra y fui dándole forma al guion, al que sumaron María Meira y Luciana de Melo en diferentes etapas. Lo que hice mucho fue tomar testimonios y visité un montón de escuelas, sobre todo las del Conurbano, en donde se ve esa línea delgada entre educación y marginalidad y el rol de la escuela secundaria. Ahí vi las carencias con las que lidian los profesores diariamente, que son como una barrera de contención social, donde el dilema es entregar contenidos o en algunos casos, atender urgencias muy elementales que traen los alumnos. La verdad que me resultó siempre muy conmovedor el tema de la docencia. Cuando funciona, la dinámica que se da es muy genuina, hay algo como de una ofrenda. El proyecto duró varios años, justamente porque lo difícil era encontrar por dónde iba la historia. Después fue asociarlo un poco a cuestiones más personales como la paternidad, a lidiar también con otros otras cuestiones de la educación como tiene el personaje, con una hija que está entrando en la secundaria en donde se juega el legado paterno, también está la relación con su padre, que es militante y tiene un comedor comunitario. Y un poco también esto tiene que ver con algo que yo percibía en los testimonios que recogimos en la investigación, que es ese límite muy concreto entre los docentes que se involucran o no se involucran con los alumnos. Por eso está la escena en donde los maestros van a las casas a buscar a quienes dejaron la escuela, eso surgió por un docente que me lo contó que eso lo hacen muchos.

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«El suplente», protagonizada por Juan Minujín, junto a Alfredo Castro, Renata Lerman, Bárbara Lennie y Rita Cortese.

– ¿Cómo fue el trabajo de los chicos y los docentes con los actores profesionales?
– Los chicos que actúan son de los barrios como los que cuenta la película y los docentes son los que dan clases en esos colegios. Todos trajeron algo de su mundo, que es algo muy rico en el intercambio. Es algo que vengo haciendo para luego encontrar un código común que en muchos casos se alcanza con ensayos, que es generar una dinámica de vínculos. Y después está la magia del cine y el artificio de la construcción de ficción.

– ¿Cuáles fueron las razones para elegir a Juan Minujín como protagonista y tu propia hija en un rol destacado?
– Juan es un actor que me gusta mucho, le pase una primera versión del guion y se mostró muy motivado por ese universo, fue un gran aliado en la película. Con respecto a mi hija fue una casualidad que estuviera en la película. Obviamente hay cosas de Renata en el personaje que finalmente interpretó, porque yo había tomado cosas de ella para ese rol. Y ella fue la que me preguntó si le iba a tomar un casting, algo que me sorprendió pero la verdad que en la prueba se movió con total naturalidad.

– ¿Desde el principio del proyecto estuvo la voluntad contrastar el mundo de clase media intelectual del protagonista y su rol como profesor de un colegio del Conurbano?
– Sí, hay como un contraste, desde lo visual, desde el lenguaje, desde lo argumental y tiene que ver con esto que vos nombrás, un mundo de clase media, ilustrado, con aspiraciones poéticas, ambiciones personales, que al cruzar el puente del Riachuelo se encuentra con una realidad que lo interpela y lo hace pensar en el sentido de la educación para él, en cuál es el sentido de escribir poesía. Eso es lo que se pregunta el personaje e intenta responder a lo largo de la trama.

Telam SE

– En muchas escenas el sonido tiene un rol dramático muy importante. ¿Cómo fue el trabajo en ese sentido?
Hubo algo conceptual que se trabajó mucho desde el sonido y también desde la imagen, una idea de capas, como que siempre se ven las cosas a través de algo, eso era lo que le daba la profundidad de campo, cosas en primer plano y otras atrás. Buscamos en la zona del Sur de la ciudad, filmamos en la Isla Maciel, es una zona muy singular con algo de portuario a solo 15 o 20 minutos del Obelisco, hay algo de todo eso que es el límite entre clases sociales, pero que a la vez pueden convivir.

– ¿Qué significa para vos participar de la Competencia Oficial de un festival como San Sebastián?
– Siempre salir con una nueva película es como arrancar un poquito de nuevo y más después de una pandemia, estoy muy feliz, muy ilusionado, porque este proyecto había estado primero en el foro de producción de San Sebastián, así que para mí es el lugar ideal para presentarla, además de Toronto, en donde se va a pasar en una sección en donde van algo así como los maestros del cine de todas las épocas, es un gran halago.

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