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El lenguaje urbano de Piazzolla: una marca asociada a Buenos Aires

El maestro Jos Luis Castieira de Dios
El maestro José Luis Castiñeira de Dios

Astor fue un hombre de cine. Quizás por haber ingresado a ese mundo tan tempranamente en Nueva York y con Gardel, (¡tan luego!). Lo cierto es que, a diferencia de muchos de otros colegas tangueros de su generación, entendió que ese era un terreno a conquistar y en el cual instalarse, como uno de los campos profesionales más convenientes para un creador en el siglo XX.   A partir de la creación de su Octeto, y también de la música que empezó a componer en ese entonces, Piazzolla propuso un lenguaje urbano, no jazzístico (modelo de la época, cuando las grandes orquestaciones comenzaban ya a alejarse), para un grupo pequeño -el suyo-, muy ensayado y conocedor de su estilo.

Ese fue el esquema que le funcionó plenamente durante tres décadas y terminó por convertirse en una marca asociada a la ciudad de Buenos Aires. Cuando libraba sus épicas batallas por el “nuevo tango”, Piazzolla siempre quería escapar por la tangente y sostener que lo que él hacía era “música de Buenos Aires”.

Su tesón, su creatividad y su talento terminaron por imponer ese lenguaje como tal, y alimentando las obras de varias generaciones de cineastas. Ni la modernidad de Osmar Maderna ni el fabuloso melodismo de Mariano Mores pudieron con la milagrosa combinación de violencia y extremado sentimiento que transmitió Astor en su música, una fórmula, como la de Vivaldi, infinitas veces repetida y recombinada, y sin embargo siempre eficaz en términos dramáticos.

Claro está, con la personalidad de “su” bandoneón, aquel que fascinó en Paris a Nadia Boulanger y a tantos realizadores europeos, ajenos al mundo del tango hasta que Piazzolla los recondujo como el Flautista de Hamelin, con su música. Yo lo había conocido muy joven y admiré para siempre su obra y su personalidad artística, y fue Pino Solanas quien nos reunió en su proyecto de “El exilio de Gardel”. Los tres estábamos viviendo en Paris y la convocatoria de Pino distribuyó las tareas en diversos rubros creativos.

Solanas y su encuentro con Castieira de Dios apropsito de Tangos El exilio de Gardel retratados por el Chango Monti
Solanas y su encuentro con Castiñeira de Dios apropósito de «Tangos: El exilio de Gardel», retratados por el Chango Monti

“El principio del tango –me dijo cuando me convocó– va a estar representado por Gardel. Pero no por un actor que lo encarne, porque lo que está vivo de Gardel aún hoy es su voz. Habrá un actor que mime al personaje, pero la voz va a ser la de Gardel. Para la época clásica -continuó, con la elocuencia y la pasión que lo caracterizaba-, vamos a tener a Don Osvaldo Pugliese y su orquesta”. Planeaba aprovechar unas actuaciones del maestro en Bélgica para filmarlo.

“A Astor le corresponde ilustrar el tango de hoy, la Buenos Aires de hoy, violenta, sentimental, nostálgica…” dijo. “¿Y yo que voy a hacer, entonces? –, pregunté algo alarmado, al no encontrar tarea para cumplir en este esquema tan preciso. “Vos vas a escribir el tango del futuro” -, sentenció para mi asombro. “Pero Pino, – le respondí -, hace años que me fui de la Argentina, no tengo ni idea sobre cómo va a evolucionar el género en el futuro, ni siquiera me parece que pase nada en el presente…”! “ ¡Ya vas a encontrar la forma”!, me retrucó. Y así terminó la conversación.

Yo volví a mi casa preocupado y puse en marcha toda mi intuición para imaginar cómo iba a ser el tango del mañana. Y finalmente encontré un camino posible, pensando una música no sentimental, no nostálgica, más bien agria, irónica, un poco a la manera de las canciones que Kurt Weil había escrito para Bertold Brecht. ¡Y salió!

Astor estaba de gira en Europa con su Quinteto y en un alto en la serie de conciertos se metió en un estudio en Bruselas y grabó una serie de músicas sin la medida que impone el montaje, con la simple inspiración de lo que se le ocurrió en ese momento. Y así compuso una obra extraordinaria que quedará para siempre en la historia de la cinematografía universal cuando ilustró el maravilloso Paris retratado por Solanas.

Ese bandoneón que llega a los extremos de la soledad y el dolor, mientras Miguel Ángel Sola y Marie Lafforet ensayan unos pasos de tango “bajo los puentes de Paris” es uno de los grandes momentos del cine de todos los tiempos. Cabe consignar que un año antes de su muerte, antes de que realizara ese fatídico viaje a Paris para asumir como embajador argentino ante la UNESCO, comenzamos a trabajar con Pino en una versión teatral de “El exilio”, que pensábamos montar en Europa.

Hubiera sido un “musical” bellísimo, una relectura de una de las más importantes películas de Solanas, ese gran director argentino que supo contar también la vida de quienes habían tenido que partir de su país y sin embargo, como Juan Bautista Alberdi, como Cortázar, no dejaban de evocarlo ni un solo día.

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