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Aseguran que la bajante del río Paraná es la más larga de la historia y continuará hasta fin de año

El río Paraná continúa descendiendo su altura en varios puertos desde mediados de junio, se mantiene muy por debajo de sus niveles normales y de los límites de aguas bajas desde principios del 2020, y el Instituto Nacional del Agua (INA) aseguró que esa situación permanecerá al menos hasta el último bimestre del 2022.

La bajante histórica tuvo su inicio en marzo del 2020, un año más tarde recuperó una tendencia alcista sin alcanzar su normalidad, volvió a caer a fines del 2021, y provocó notorios cambios en la vida ambiental, económica, productiva y social entrerriana.

De características extraordinarias por su «magnitud y persistencia», la bajante fue calificada como el estiaje «más largo de la historia» ( desde 1884) y «seguirá siendo motivo de especial monitoreo», advirtió el INA.

Si bien podrían registrarse lapsos con una recuperación «acotada y efímera», hasta al menos el 31 de octubre del 2022 no se espera un «rápido retorno a la normalidad, con probabilidad de extenderse durante el último bimestre del año».

Para registrar una situación peor a esta bajante, hay que remontarse a 1944. Este lunes, la Administración Provincial del Agua (APA) informó que la altura del río en el puerto Barranqueras era de 1,84 metros, cuando el promedio alcanza los 3,12 metros, pero el organismo nacional proyecta, para la próxima semana una nueva baja en el nivel del río por lo que se ubicaría en 1,31 metros, aproximadamente.

Las escasas lluvias en el delta del Paraná mantienen las condiciones de sequía en esa región, con un caudal del río cercano a los 10.100 metros cúbicos por segundo, y continuará con niveles fluviales «muy bajos y muy por debajo de los niveles normales».

La bajante afectó la fauna íctica al dejar seco el valle de inundación (donde los peces se refugian, alimentan, reproducen y crecen); produjo inconvenientes en el riego de cultivos y complicó las producciones industriales que necesitan captar agua.

También acrecentó los problemas de incendios en las islas y los de contaminación del agua, ya que se redujo la capacidad del río de dilución de los afluentes crudos o industriales.

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