Reflexiones de la vida diaria: «Consumidos por el consumo»
Consumidos por el consumo
Una vez que cayó el comunismo, el claro vencedor fue el consumismo. Que no solo derribó el muro de Berlín: también generó una devoción, una religión. Y así como para el cristianismo el día santo de la semana es el domingo, para el Islam el viernes y para el judaísmo el sábado, los que profesan la religión del consumismo tienen su día santo: El Black Friday.
Allí profesan su devoción por las compras en cuotas, sus alabanzas a las ofertas y rinden culto a un dios pagano. Perdón Paga… No.
Muchos de nosotros nos sentimos afuera del consumismo. Algunos por ideología y otros por falta de dinero. ¿Y por qué antes no pasaba? ¿Porque estaba el comunismo? No. Porque había menos publicidad. No estábamos tan expuestos a la tentación permanente.
Como los avisos de los bancos. Hay algunos sensacionales, con gente que baila, que viaja, que compra, gente muy pero muy feliz con el banco. ¿Conocen a alguien que tenga ganas de saltar y bailar por su banco? Deberían ser más realistas las propagandas de los bancos. En lugar de saltar y cantar, tendrían que ponerte esperando 4 horas que te atiendan en el call center, haciendo la infinita cola para pagar, o agarrando de las solapas al gerente. Y las publicidades de seguros y bancos son más atrayentes que las de flancitos para chicos. Con decirte que mi sobrina de 9 años en vez de un flancito el otro día en el Chino me dijo: “Tío: ¿acá no tendrán préstamos personales?”
¿Y notaron que ahora las propagandas de yogurt y de laxante se parecen cada vez más? ¿Será porque con tantas porquerías que le meten a los yogures tendrán el mismo efecto que un laxante? Porque le ponen lactobacilos, bactobasilus, caramelos Sugus…
Y a medida que vas creciendo, aumenta el bombardeo de la publicidad y disminuye tu capacidad de compra con la jubilación. Y hasta incluso te das cuenta que te estás poniendo viejo cuando el aviso de recuperación capilar te interesa más que el programa que estás mirando.
Y lo peor de todo: como estamos desesperados por consumir, somos capaces de tolerar todo tipo de humillaciones. Como que te revisen el billente a ver si es falso en tu cara. Y cada vez que me lo hacen yo estoy a punto de decirle: “¿Vos creés que si yo pudiese falsificar billetes estaría comprando en esta pocilga?”
Subirse a un avión. Es un suplicio. No te tratan más como “pasajero”. Ahora sos sospechoso. Sobre todo si viajás en clase económica. Se ve que a los terroristas no les alcanza la plata para pagar un asiento en Primera. Y te revisan hasta el tracto digestivo. ¿Con qué derecho te revisan?
Los que te revisan llevan una identificación de plástico que dice: “José”. No tienen placas de policía. No son policías. ¿Cómo te das cuenta que no son policías? Fácil: si un tipo lleva una placa que se puede planchar… ¡no es policía!
Y el trato a bordo. Antes era un lujo. Dentro de poco, en lugar de darte una gaseosa, va a pasar la azafata con una botella de gaseosa con una pajita y te va a permitir tomar un sorbo. Y lo vamos a tolerar.
No podés llevar shampú, o crema para las manos. Los de seguridad, ¿creerán que todos somos McGyvers capaces de armar una bomba con un cuchillo de plástico y un frasquito de aceite Johnson y Johnson?
Pero soportamos todo estoicamente porque si no, no nos dejan consumir. Y lo soportamos porque nos creemos todo lo que nos dice la publicidad. Hay tanta propaganda de medicamentos, que mucha gente cree que sabe todo sobre medicina y va y se automedica porque cree que la propaganda es un diagnóstico: “¿Dolor de cabeza?” “¿Dolor de espaldas?” “¿Dolor de testículos?” Si. Es genérico: a cierta edad te duele todo. Y nombran tantos dolores que alguno vas a tener.
Es como buscar los síntomas en Wikipedia: tenés todas las enfermedades del mundo. Pero la gente va y compra el remedio y se automedica. Yo tengo un amigo que dejó de ir al médico. Pero toma tantos remedios que te abraza y te cura la tos.
Y hay negocios en los que, una vez que compraste todo, ¡tenés que pasar por el guardia de seguridad que chequea que te estés llevando lo que compraste! Ojo: no es para evitar errores y que te lleves algo por equivocación. No. Es porque desconfían de vos. Lógico: el ladrón cree que todos son de su condición. Y así como consumimos productos tangibles, también consumimos ideas, ideologías, noticias, modas, sentido común y odio. Que si lo vendiesen en los supermercados, se vendería más que un producto de primera necesidad. Es más: lo venderían en envases con corazoncitos.
Y si. Ya sé. No es tan gracioso lo que digo, pero bueno… no solo de chistes vive el hombre. También de productos enlatados, que es lo que tengo que ir a comprar, porque vi que salió un nuevo vodka con jugo de pomelo, cilantro, tofu, hongos shitake y mondongo a la española y lo tengo que comprar: vi la propaganda y todos los que lo toman, son felices.