Notas para entender la polarización y la ebullición social en Chile
El próximo domingo 4 se realizará en Chile el plebiscito a través del cual la sociedad aprobará o rechazará el nuevo texto redactado por la Convención Constitucional que se conformó en 2020 tras un referéndum en el que el un 78% del electorado votó a favor de la redacción de una nueva Constitución.
Luego de las elecciones presidenciales del 2021, en las que Gabriel Boric ganó como candidato de la coalición Apruebo Dignidad convirtiéndose en el presidente más jóven y con más votos en la historia de Chile frente al 44.13% de la sociedad que votó al candidato de extrema derecha José Antonio Kast, hoy el país vecino se enfrenta a una delicada coyuntura producto de las tensiones que el proceso despuntado por el estallido social del 2019 género en el seno de la sociedad.
Un fuerte desgaste producido por el largo y complejo proceso constituyente y la campaña mediática encarada por la derecha y los medios de comunicación hegemónicos para impedir el apruebo de la nueva Constitucióngeneran un clima de fuerte ebullición y descarada contienda ideológica. Se apruebe o no el nuevo texto constitucional, el actual gobierno tendrá que accionar en un contexto de extrema polarización y fuerte ebullición social, con una campaña mediática en su contra, y una porción grande de la sociedad muy esperanzada con el proyecto que encabeza Boric.
Martín Labarca es abogado, actor y gestor cultural. Nació y estudió en Chile y vino a vivir a Buenos Aires a comienzos del 2019, con 25 años. Estando emplazada en Argentina la mayor comunidad de chilenos fuera de Chile, está trabajando en la gestión de un ciclo de cine a realizarse el año que viene en la Ciudad de Buenos Aires para conmemorar los 50 años del golpe de Estado del país vecino, y vincular esa dolorosa experiencia con el proceso que Chile atraviesa hoy.
Martín, que recién vuelve de una visita a Santiago, me cuenta que allá el clima es de total crispación, y que en el panorama político actual están convergiendo una serie de cosas que jamás se habían visto en el país andino, y que generan un gran nivel de incertidumbre y agotamiento.
– Se lee en los portales de noticias que la votación del plebiscito va a estar muy peleada y que lo más probable es que gane el rechazo ¿Por qué la misma sociedad que votó a favor de una nueva Constitución, y eligió a los representantes que la redactaron hoy está tan cerca de rechazar el texto que de ahí surgió?
– Yo te diría que uno de los problemas centrales de la cuestión es que la gente se cansó muchísimo y desconfió mucho del proceso constituyente. Eso se produjo por varios factores, siendo el gran boicot por parte de la derecha el factor principal. Un segundo factor fue una gran falta de estrategia por parte de una parte de los convencionales. Con el estallido social, los independientes empezaron a ganar terreno. En la asamblea constitucional hubo un gran número de integrantes de procedencia independiente, muchos de ellos se identifican con ideas de izquierda, lo cual es increíble. Como la derecha no había logrado más de un tercio de los votos, no tuvo oportunidad de vetar ninguna norma. Eso hoy en día es un problema, porque han instalado que el proceso no fue representativo de las tendencias de la población. La derecha se aferró durante toda la discusión de que no la estaban escuchando. Y efectivamente, como era minoría, no necesitaban escucharla. Lo cual no quita que fuera un proceso democrático. Como tuvieron tan poco poder de representación en la Convención, se dedicaron a negarla. Por eso un año después, cuando se votaron las presidenciales y el Congreso, el resultado fue muy distinto: Kast, que es directamente pinochetista, sacó más de un 40% de los votos.
Da la sensación de que hubo un gran ensimismamiento, en un contexto que requería tener un poco más de ojo. Porque, más allá del despertar social que está viviendo Chile, todavía hay mucha gente de extrema derecha o que se identifica con otras ideologías. Hubo 8 convencionales que propusieron cosas para las que no había lugar, como disolver los poderes del Estado y reemplazarlos por una asamblea plurinacional. Y durante un tiempo largo se dio una dinámica agotadora, porque para votar una norma constitucional, primero esa norma tenía que pasar por un filtro. Si se aprobaba, después era votada en el pleno. Pero cuando una norma pasaba el examen de admisión, ya empezaba a salir en los titulares que se había aprobado. Entonces por ahí la gente leía en el diario que se había aprobado una abolición de los tres poderes del Estado. Y había que salir a explicar que eso no era verdad. Y así fueron cansando a la gente: entre esos gestos de irresponsabilidad por parte de algunos constituyentes, y el trabajo de la derecha y los medios de comunicación. Se produjo un fuerte desencanto. Esto es algo que entendí estando allá y que desde acá no veía: hoy, incluso quienes van a votar a favor del apruebo, critican el nuevo texto y, sobre todo, el accionar de la Convención.
– Por lo que entiendo, el rol de los medios de comunicación es esencial en esta discusión.
– Se está desplegando una campaña mediática de fake news como yo nunca había visto en Chile. Es una locura, al punto de que las discusiones en la televisión son sobre si le van a quitar sus fondos de pensiones o las casas a la gente, o si Chile va a estar dividido en muchos países. Y por supuesto que el texto no dice nada de eso. El gran problema de este plebiscito es que se va a votar una cosa sumamente compleja, llena de tecnicismos. Es un nivel inabarcable de complejidad: los que estudiamos derecho, nos dedicamos dos años a entender de qué se trata una Constitución. Y hoy se le está pidiendo a la gente que entienda no una, sino dos Constituciones, y que las compare. Se le está pidiendo al pueblo que se dicte sus propias normas constitucionales. Es muy lindo, pero también sumamente complejo. Si todo el mundo fuera a votar informado sería otra cosa. Pero la gente va a votar guiada por sus emociones, en ese sentido es clave el proceso que hizo la Convención y cómo le dio excusas a la derecha para salir a deslegitimarla. El hartazgo que se generó está teniendo un peso enorme. Lograron que se trate de una votación a favor o en contra de los constituyentes y del gobierno, y no en virtud de los textos. Hay que pensar que hacer entrar a la sociedad en este circuito de discusión es complicadísimo. Los medios de comunicación en vez de aportar a que esta discusión tan compleja pueda ser comprendida mejor por la gente, aprovecharon la ocasión para infundir ideas que no tienen asidero en la realidad.
– Frente a eso el gobierno lanzó la campaña Chile vota informado ¿cómo lo recibe la gente?
– La campaña consiste básicamente en hacerle contrapeso a las fake news. Entregan el texto constitucional, van a los territorios a informar, armaron una guía sobre cómo detectar fake news. Y, obviamente, eso ha sido catalogado como intervencionismo electoral y ha generado un gran revuelo que tiene como saldo que gran parte de la sociedad entienda que el gobierno está haciendo una campaña a favor del apruebo, cuando en realidad está haciendo una campaña de información en respuesta a la cantidad de mentiras y falsedades que se están diciendo en los medios. Hace unos días la Contraloría General de la República sacó el dictamen de la investigación que estaba haciendo al respecto y falló a favor del Gobierno. Es decir, investigaron y determinaron que la campaña es una campaña de información y no a favor del apruebo.
– En un contexto en el cual todos sabemos que la comunicación es un terreno de disputa de poder, parece una tendencia actual que procesos que en su génesis, en su voluntad e incluso en sus resultados tienen apoyo de gran parte de las sociedades, se vean auto-boicoteados por una dificultad para comunicarlos correctamente ¿te parece que es eso lo que está pasando?
– Yo creo que el gobierno de Boric se hizo cargo de ese fenómeno, justamente a través de la campaña de información.
– ¿Cuál es la imagen del gobierno hoy en día?
– Ha perdido mucha aprobación por algunos pasos en falso que ha dado. Pero igual sigue habiendo una gran parte de la población que lo está bancando, y fuerte. Para entender lo que quiero decir hay que saber que hay una desconfianza histórica post-dictadura muy grande con respecto a la política. El relato siempre fue que nada cambiaba mucho y no había esperanzas de ver una transformación real. El estallido social sacudió esa desconfianza y produjo un tremendo cambio de paradigma. La gente empezó a hablar más de política y a ver que era necesario tomar partido. El nombramiento de los ministros y ministras de Boric lo vio todo el mundo, eso antes no pasaba ni de casualidad. Yo, que me fui de Chile hace tan sólo tres años, habiendo estudiado en una universidad super militante, un poco cansado de esa desconfianza, hoy veo que este gobierno tiene una aprobación y una legitimación muy importantes, sobre todo en los jóvenes. Ha habido torpezas y fueron muy fogoneadas por los medios de comunicación, pero existe un respaldo que pareciera -por ahora- ser un poco más a prueba de estupideces comunicacionales. Te diría que por primera vez, por lo menos en mi generación, hay un compromiso con una causa que va más allá de los errores que se puedan cometer. Las demostraciones de cariño que le han dado a Boric cuando él sale a la calle, va a los territorios, sale de Santiago, ese apoyo popular se veía muy poco. En ese sentido, es una sociedad muy distinta a la argentina. Argentina es mucho más personalista con sus figuras políticas, tiene un alto nivel de apego, algo que considero muy increíble. Eso en Chile no pasaba, y está empezando a pasar. Michelle Bachellet, cuyo gobierno tenía una aprobación gigante, bastó con que hiciera algunas cosas mal y con que la derecha operara con fuerza para que perdiera toda la legitimación que había construido.
– Me decís que las juventudes apoyan al gobierno ¿por qué pensás que es así?
– Que los funcionarios del gobierno de Boric sean jóvenes tiene un valor enorme. Veo algunos amigos por primera vez involucrarse con mucho compromiso, militar, declararse oficialistas. Y para mí eso es un indicador muy claro de lo que está pasando: la juventud está esperanzada y confía, porque se ve identificada con quienes están en el poder. Y no es menor, porque es un gobierno que llegó comprometido con ciertas causas y las está ejecutando. Sin ir más lejos, se declararon feministas desde el principio y defienden la paridad a fondo e incluyen en el comité político a la ministra de la mujer. La adhesión que eso produce la veo incluso en mí mismo. Hay ciertas cosas que no comparto, que no me gustan, que no haría de la misma forma. Pero los voy a seguir apoyando igual porque creo que vamos por el camino correcto y que tenemos una gran oportunidad para la transformación
La adhesión que eso produce lo veo incluso en mi mismo. Hay ciertas cosas que no me gustan, que no comparto, que me parecen mal hechas, pero los voy a seguir apoyando, porque creo que al fin vamos por el camino correcto.
– ¿Cómo ves el panorama en caso de que gane el apruebo y cómo lo ves en caso de que salga el rechazo?
– Si el plebiscito sale a favor, vamos a tener un texto que va a tener un porcentaje de desaprobación muy grande.Eso puede generar problemas serios de gobernabilidad. Pero el panorama va a ser complejo de todos modos, se apruebe o se rechace. Eso es lo que produce mucha frustración para quienes estamos a favor del nuevo texto: teníamos la posibilidad de hacer una transformación efectiva y positiva, sin que el debate se ensuciara tanto. El nuevo texto, en realidad, es bueno. Es un texto que le sirve a Chile y nos encausa en un camino que veníamos buscando hace mucho tiempo. El panorama es triste en ambos casos. En ambos casos, los comentaristas de derecha más peligrosos van a seguir hablando en los medios de correrle balas a la gente y la sociedad va a seguir inmersa en una polarización extrema. En algún sentido, eso indica algo que en sí mismo es bueno, y es que la derecha realmente se siente amenazada en su posición de dominio absoluto.
El estallido
Hace dos años nos enterábamos del estallido social en Chile solo porque existían las redes sociales. En Instagram, Facebook y Whatsapp circulaban imágenes escabrosas, conmovedoras, impactantes. Carabineros disparando a civiles en las calles vacías, camioneros frenando y bajándose a tirar unos pasos como peaje impuesto por manifestantes que cortaban las calles, llamas, humo, explosiones en espacios públicos, unidades de metro prendidas fuego, saqueos, multitudes cantando en alegre y aguerrida complicidad el hit de la icónica banda de pop rock Los Prisioneros: “únanse al baile… de los que sobran.. Nadie nos va a echar de más, nadie nos quiso ayudar de verdad”. Los medios de comunicación cubrían a medias -como parece que estamos condenados a tolerar en esta era- lo que los más de 3 millones de chilenos que participaron de las manifestaciones nos hacían llegar a nuestros celulares. Fuimos testigos de las postales de una situación compleja y efervescente, un hito en la historia del país vecino, del continente y, sin más, de la historia global del siglo XXI.
“No son 30 pesos, son 30 años” escribía el pueblo chileno en las paredes de sus ciudades. El alza del precio de los boletos de metro fue tan solo el disparador de una inconformidad acumulada desde el retorno a la democracia. En un acontecimiento sin precedentes, la sociedad chilena se movilizó con una contundencia arrasadora que generó un acuerdo entre la mayoría de los partidos políticos del país: la necesidad urgente de convocar un plebiscito nacional para determinar la redacción de un nuevo texto constitucional. Hoy ese acuerdo está roto y el panorama es delicado y carente de consensos absolutos en cualquiera de los escenarios. Sin embargo, vale la pena esperar que algo sea irreversible: por primera vez en muchos años, hay una gran porción de la sociedad chilena que ve en la política una herramienta de transformación efectiva.