Comedia romántica, el género clásico que se resiste a morir
Muchas veces se ha extendido el certificado de defunción de la comedia romántica por anacrónica, superficial o reiterativa y otras tantas ha logrado sobrevivir primero y resurgir después. Es cierto que gracias a las producciones originales de los servicios de streaming el género mantuvo cierta vigencia en los últimos años, pero hace mucho tiempo que no se produce un éxito masivo en salas de cine.
El nuevo intento por terminar con esa sequía es “Pasaje al Paraíso”, película que tiene en su pareja protagónica el principal argumento comercial: nada menos que Julia Roberts y un George Clooney en plan Cary Grant.
A sus 54 años, Roberts regresa al género en el que brilló durante la década de 1990 con éxitos como “Mujer bonita”, junto a Richard Gere; o “Un lugar llamado Notting Hill”, junto a Hugh Grant. Y, si bien el cetro en aquella época estuvo disputado también por Meg Ryan (“Cuando Harry conoció a Sally”, “Sintonía de amor”, “Tienes un e-mail”) o Andie MacDowell (“Hechizo del tiempo”, “Cuatro bodas y un funeral”), Julia quedó al final como reina induscutida.
“Pasaje al Paraíso” recupera varios recursos y elementos de brillantes clásicos del género como “Pecadora equivocada” (“The Philadelphia Story ”), película de George Cukor con Cary Grant, Katharine Hepburn, James Stewart; o “Ayuno de amor” (“His Girl Friday”), de Howard Hawks, también con Cary Grant.
En esencia, el flamante film del londinense Oli Parker (guionista de las dos entregas de “El exótico Hotel Marigold” y director de la secuela de “Mamma Mia!”) tiene un poquito de guerra de los sexos y una vuelta a la comedia de re-matrimonio (los personajes de Clooney y Roberts se han divorciado hace 20 años).
¿Podrán estas dos estrellas que no atraviesan por los mejores momentos de sus carreras y que ya han trabajado juntos en películas como “La gran estafa”, “La nueva gran estafa” y “El maestro del dinero” convertir a “Pasaje al Paraíso” en un suceso comercial que permita no solo relanzar sus carreras sino también impulsar a este género que ha perdido la popularidad de la que gozó hasta hace un par de décadas? Las cifras de taquilla darán el veredicto en los próximos días.
Romances en las plataformas
Si se hace un recorrido retrospectivo se podrán rescatar en los últimos años algunos buenos exponentes como el film de Netflix “Quizás para siempre”; “Ni en sueños”, con Charlize Theron y Seth Rogen (también disponible en Netflix); “Palm Springs”, con Andy Samberg y Cristin Milioti (Star+) o “Emma” (Star+), con Anya Taylor-Joy como la heroína de una nueva transposición del universo literario de Jane Austen (hasta podríamos incluir aunque de manera algo forzada al musical “La La Land: Una historia de amor”, musical de a Damien Chazelle con Emma Stone y Ryan Gosling que en 2017 ganó seis premios Oscar y disponible en plataformas como HBO Max o Paramount+).
Pero para encontrar una “época de oro” del género hay que retrotraerse hasta finales de los mencionados ’90 o principios de los 2000, cuando -por ejemplo- Renée Zellweger se lucía en “Jerry Maguire: Seducción y desafío” o “El diario de Bridget Jones”.
También de la primera mitad de los 2000 son varios largometrajes que tomaron elementos de la comedia romántica para llevarlos hacia lugares menos previsibles, más incómodos, más agridulces y enfermizos como, por ejemplo, “Embriagado de amor” (“Punch-Drunk Love”), de Paul Thomas Anderson, con Adam Sandler y Emily Watson (HBO Max); o “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos”, de Michel Gondry, con Jim Carrey y Kate Winslet (Netflix y HBO Max).
Y en este repaso con mucho acento femenino no pueden faltar la Cameron Diaz de “Loco por Mary”, de los hermanos Farrelly (Star+); la Alicia Silverstone de “Ni idea”, de una directora que se destacó en el género como Amy Heckerling (Netflix y Movistar+), ni cineastas como Harold Ramis, Rob Reiner, Nora Ephron o Garry Marshall.
Superclásicos
Este viaje hacia el pasado y el corazón de la comedia romántica nos lleva hasta los clásicos: Audrey Hepburn es una figura insoslayable en films como “La princesa que quería vivir” (“Roman Holiday”, 1953), con dirección de William Wyler y el omnipresente Cary Grant como coprotagonista; “Sabrina” (1954), de un gran cultor del género como Billy Wilder, con Humphrey Bogart; o “Muñequita de lujo” (“Breakfast at Tiffany’s”, 1961), de Blake Edwards.
Y así llegamos hasta los años ’30 y los ’40 para encontrar a “Un ladrón en la alcoba” (Trouble in Paradise” (1932); “Ninotchka” (1939); y “El bazar de las sorpresas” (“The Shop Around the Corner” (1940), todas de ese maestro del humor que fue Ernst Lubitsch; dos de George Cukor como la apuntada “La pecadora equivocada” (1940) y “La costilla de Adán” (“Adam’s Rib”, 1949), con Spencer Tracy y Katharine Hepburn; “Las tres noches de Eva” (“The Lady Eve” (1941), de Preston Sturges, con Barbara Stanwyck y Henry Fonda; o “La adorable revoltosa” (“Bringing Up Baby”, 1938), del gran Howard Hawks, también con Katharine Hepburn y Cary Grant.
Por supuesto, se trata de una lista somera, caprichosa e inevitablemente incompleta. Cada cinéfilo o cinéfila podrá sumar sus favoritas. Por suerte, la historia del cine está llena de comedias románticas, de parejas que se aman, se odian y se vuelven a amar, de malos entendidos que terminan bien, de contextos dominados por el cinismo o la crueldad pero en los que a la larga el amor se termina por imponer. El cine como bálsamo, como catarsis, como ideal romántico, como poder curativo contra todos los males de este mundo.