Billy Idol hizo vibrar al Luna Park con «clásicos del pasado y del presente»
Con un repertorio a prueba de tiempo de «clásicos del pasado y del presente» y una exhibición de una hora y media que dio cuenta de sus variadas encarnaciones en la música, el británico Billy Idol irradió en la noche del martes una actitud vencedora en el escenario del Luna Park para ponerle fin a su histórica segunda visita a la Argentina.
«Dancing With Myself», «Cradle of Love» y «Flesh for Fantasy» fijaron la tónica de una lista de temas centrada en los comienzos de su brillante etapa solista, aunque con algunos permitidos para ofrecer algunas nuevas como «Bitter Taste» de su último EP «The Roadside» y la flamante «Cage», estrenada días antes de su desembarco argentino y de su primera fecha del domingo pasado como telonero de Green Day en el estadio de Vélez.
Billy Idol, sobreviviente de aquella escena germinal del punk rock británico, también apeló a su filiación con el movimiento con «One Hundred Punks» de su exgrupo Generation X, y con «Born To Loose», el clásico escrito por Johnny Thunders que sonó tan arrollador como el original.
«Es cierto que empecé en la escena del punk rock con Generation X pero cuando fui a (norte) América para continuar mi carrera solista, decidí que iba a hacer la música de Billy Idol, o sea mi propia música. Allí están mis sentimientos, mis deseos, mi voluntad, sea o no punk rock. No sé si ´The Cage´ es punk rock. Hago muchos estilos de música pero siempre con una actitud punk detrás», había resumido horas antes el cantante desde el Hotel Hilton, ante una consulta de Télam.
Desaforado por el impacto de su propia performance, el protagonista fue gestor incluso de su propia veneración, encargándose él mismo de comenzar más de una vez el cantito bien argentino «Olé, olé, olé, Billy» con el que el colmado estadio lo despidió, mientras tiraba manotazos en el aire y se colgaba una bandera nacional en su cuello después de que «White Wedding» dejara a todos con ganas de más.
Pero a la gran noche de Billy Idol en el Luna Park no le faltaron otros himnos como «Speed», «Mony Mony» y «Eyes Without Face», aquella canción con la que logró ubicarse al tope de los rankings mundiales, exhibiendo su costado más suave en una balada que lo ubica más cerca de los exponentes del synth-pop.
Post Show fans still singing Idol chant .. what a night! thank u Buenos Aires mucho gracias Argentina! https://t.co/ITqHwBt7W8
— Billy Idol (@BillyIdol) September 14, 2022
Los cambios del músico
A lo largo de su carrera, el músico y actor británico-estadounidense cambió de piel más de una vez, pero fue dentro de sonidos del hard rock y del punk con espíritu dance que logró transformarse en un ícono de los años ochenta.
Y en esos comienzos estuvo acompañado por el guitarrista Steve Stevens -también conocido por el solo de guitarra de «Dirty Diana» de Michael Jackson- un complemento perfecto en escena junto a su arsenal de recursos (guitarra en la nuca, solos tocados con los dientes y bloques instrumentales dignos de conservatorio) para recrear el sonido de aquellos años.
El violero, ausente durante aquella primera visita de 1990 en el Estadio de River de Idol como telonero de Joe Cocker, pudo sacarse la espina y palpar en primera persona el idilio con el público argentino, que soportó sus bloques instrumentales de virtuosismo con la guitarra acústica y aulló con su guiño al «Starway To Heaven» de Led Zeppelin.
Con sus 66 años a cuestas, William Michael Albert Broad, mejor conocido como Billy Idol, dosificó con oficio el caudal de su voz para hacerlo sonar con potencia en los estribillos -como en «Rebel Yell», el himno con el que conquistó el mundo en 1984 con su segundo álbum- y demostró estar a la altura de su propia mitología.
Y para lograrlo contó con el apoyo, además del magnífico Stevens, con el aporte del violero Billy Morrison, el bajista Stephen McGrath, el tecladista Paul Trudeau y el baterista Erik Eldeniuos, que sumaron solvencia y potencia, para agigantar la figura del ícono rockero.